22 de marzo – Día Mundial del Agua: Una llamada a cuidar la fuente de toda vida
Cada 22 de marzo, el mundo entero se une para conmemorar el Día Mundial del Agua, una fecha establecida por las Naciones Unidas en 1993 con el objetivo de poner en foco la importancia de este recurso natural indispensable para la vida y para el desarrollo sostenible. Sin embargo, más allá de las cifras y las campañas, esta jornada nos interpela de forma profunda: ¿estamos valorando realmente el agua como lo que es—una fuente de vida única e insustituible?
El agua cubre más del 70% de la superficie del planeta, pero solo un 2,5% de ella es dulce, y de ese pequeño porcentaje, gran parte no está disponible para el consumo humano. A pesar de esta evidente limitación, millones de litros se desperdician diariamente, mientras más de 2.200 millones de personas en el mundo aún carecen de acceso a agua potable segura, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
Esta realidad plantea un dilema ético y ambiental urgente. El agua no solo sacia la sed: es esencial para la producción de alimentos, la generación de energía, la higiene, la salud pública y el equilibrio de los ecosistemas. Cada gota cuenta. Cada acto de conciencia, desde reparar una canilla que gotea hasta exigir políticas públicas que prioricen su preservación, es un paso necesario hacia un futuro sostenible.
En Argentina, la situación también merece atención. Si bien el país cuenta con importantes reservas hídricas, como los glaciares patagónicos, los ríos del Litoral y los acuíferos subterráneos, estos recursos enfrentan amenazas crecientes: contaminación, uso intensivo en sectores industriales y agropecuarios, pérdida de humedales y fenómenos extremos vinculados al cambio climático.
El agua no es inagotable. Su aparente abundancia muchas veces nos hace olvidar que su disponibilidad depende de un delicado equilibrio natural y de nuestra responsabilidad como sociedad. Proteger las fuentes de agua es también proteger la vida en todas sus formas: la biodiversidad, las comunidades humanas, y las futuras generaciones que heredarán las consecuencias de nuestras acciones —o de nuestras omisiones.
Este 22 de marzo no debe ser solo un día para compartir frases en redes sociales o realizar actividades simbólicas. Debe ser un momento de profunda reflexión y de compromiso colectivo. Porque cuidar el agua no es un gesto de ecologismo aislado, sino una acción vital que define la posibilidad misma de seguir habitando este planeta.
En un mundo marcado por crisis, desigualdades y conflictos, el acceso justo y equitativo al agua se convierte también en una cuestión de derechos humanos. Valorar el agua es comprender que sin ella, no hay salud, no hay alimentos, no hay desarrollo. Y, fundamentalmente, no hay vida.
Hoy más que nunca, el agua nos llama. Que la escuchemos con la atención que merece.