¿Cómo correr mejor?
Motion control, stability, neutral, de trail, con gel, sin gel… el cosmos de las zapatillas de correr es tan extenso que solo el hecho de mudar los viejos por unos nuevos puede producir un serio cefalea. Se nos ha repetido que las consecuencias de no escoger un buen calzado para practicar deporte pueden ir desde una fascitis plantar hasta lesiones de relevancia en zona baja de la espalda.
Además de esto, los especialistas aconsejan tener más de un par para poder mudar a mitad del adiestramiento y sustitirlas cuando han cumplido con seiscientos o bien ochocientos quilómetros de carrera, puesto que es su vida útil. Pese a que el running es uno de los deportes más económicos que existen para el usuario, todavía podemos hacerlo más económico. Una nueva investigación efectuada por científicos de las universidades de Granada y Jaén ha probado que correr descalzo es considerablemente más saludable para nuestro organismo.
Bautizado bajo el nombre de barefoot running por razones evidentes, esta disciplina nos anima a correr sin zapatillas con la intención de que el pie y las articulaciones realicen el movimiento de forma natural. Y sus bondades semejan ser ciertas. Conforme explica la Agencia SINC, los estudiosos reconocen que “reduce sensiblemente las posibilidades de que el atleta padezca lesiones, en tanto que genera cambios significativos en el género de apoyo del pie, con independencia de la velocidad del corredor”.
Al correr sin zapatillas ni amortiguaciones extras o bien artificiales, “adquirimos un patrón biomecánico técnico de carrera más eficaz”. Además de esto, esta técnica desplaza tenuemente el centro de gravedad al correr y hace que vayamos en una postura algo más ‘adelantada’ y relajada, transformando la absorción del aterrizaje en un proceso más gradual y también instintivo como consecuencia de que la parte delantera del pie dispone de más control y sensibilidad.
Hace cierto tiempo, la universidad de Harvard asimismo confirmó que aquellos corredores que usaban zapatillas descargaban considerablemente más energía de cuajo en una pisada que los que lo hacían descalzos.
Es verdad que para hacerlo apropiadamente se precisa algo de técnica. Conforme explica Víctor Manuel Soto Precioso, maestro del departamento de Educación Física y Deportiva de la UGR y uno de los autores de la investigación, “los profesionales del campo de las Ciencias del Deporte, trabajando en colaboración con otros profesionales del campo de la salud, pueden diseñar programas adaptados para la introducción progresiva en esta alucinante y estimulante forma de locomoción, cuyos beneficios valen la pena ser experimentados, así sea como un recurso puntual, un medio de adiestramiento, o bien una práctica intensiva frecuente”.
Con lo que bien sabes, si te apetece practicarlo pregunta ya antes a un especialista para no hacerte daño.